Richard Müller
Al cruzar el umbral de la habitación, lo primero que percibo es una escena que me conmueve profundamente: mi esposa, entregada y delicada, vela por nuestra hija con una dedicación que despierta en mí una ola de ternura. La imagen de ambas, madre e hija, envueltas en ese momento de cuidado y amor, me parece lo más hermoso que puedo presenciar. El ambiente se llena de una calidez especial, como si la presencia de ellas dos fuera capaz de disipar cualquier preocupación y hacer que todo lo demás pierda importancia. Observar a mi esposa cuidar de nuestra hija no solo me llena de admiración, sino que reafirma el valor de los pequeños instantes que construyen nuestro hogar y nuestra vida juntos.
En ese momento, todo lo que ocurre fuera de esta habitación deja de tener relevancia; únicamente existimos nosotros y este instante compartido. La realidad, con sus desafíos y dificultades, inevitablemente nos alcanzará más tarde, pero por ahora, solo deseo disfrutar la serenidad que e