POV: Isabella
Despertar no se siente como volver a la vida. Se siente como caer de golpe contra un cuerpo que no reconozco, dentro de una realidad que parece haber cambiado mientras dormía. La luz de la mañana entra por los ventanales de la cabaña con un tono grisáceo, casi metálico, como si el día entero estuviera atrapado bajo una capa de ceniza. No sé si dormí dos horas, o seis, o ninguna. Mi mente está hecha de fragmentos, como un vidrio roto donde cada pedazo refleja un momento distinto: la voz de Carlos respirando entre palabras, la sombra que creí ver moverse, el eco de Sebastián llamándome desde tan lejos que parecía otro mundo.
Mi primera sensación es que alguien me está observando.
No desde la ventana. No desde el bosque.
Desde dentro.
Abro los ojos por completo, obligándome a enfrentar la habitación. Todo parece normal, o al menos tan normal como puede verse un lugar al que solo llegamos huyendo. La madera, el frío, la lluvia que debió caer durante la noche… Nada tiene sent