Horas después, en la pantalla de la computadora, los patrones empezaron a asomar. Las pequeñas transacciones habían activado un protocolo automático en los servidores bancarios; por un momento, parecía que la rutina no reaccionaría. Pero entonces, como una sombra que devuelve su eco, un movimiento mayor —no mío, sino uno oculto— empezó a reubicarse en cuentas intermédias. La respuesta no fue inmediata, pero fue suficiente para confirmar que habíamos conseguido una reacción. Alguien estaba moviendo dinero en cadena.
—Lo ves —murmuró Isabella, con los ojos fijos en la pantalla—. Ese desplazamiento no es neutro. Lo hacen para dispersar evidencia.
—Exacto —respondí—. Y ahora sabemos por dónde circula el agua.
La siguiente etapa era delicada: dejar que la verificación cruzada de la periodista confirmara la manipulación documental sin que nadie pudiera pisarnos con acusaciones legales. Lo que necesitábamos era que la prensa haga su trabajo de verificación sin transformarlo en una cacería pú