Nueva York la recibió con un frío seco.
El viento soplaba con violencia entre los edificios, levantando los cabellos sueltos que escapaban del abrigo. Isabella ajustó las gafas oscuras, subió el cuello y se perdió entre la multitud.
Tenía una dirección en mente: un pequeño apartamento en el Bronx, alquilado bajo el nombre de **Clara**. Allí comenzaría su metamorfosis.
El trayecto fue largo. En el metro, nadie la miraba dos veces. Eso la tranquilizó. La invisibilidad era su mejor arma ahora.
Mientras el tren avanzaba, pensó en Eva.
Su hija.
Su pequeña.
Aquella risa, esa manera de correr hacia ella con los brazos abiertos… eran recuerdos que ahora dolían con una intensidad insoportable.
"Por ti, mi amor" pensó. "Por ti, sigo respirando."
Cuando llegó al apartamento, el silencio la envolvió. El lugar era modesto: una cama, una mesa, un armario viejo, un baño pequeño con un espejo rajado. Pero era suficiente.
Dejó la maleta en el suelo, se quitó el abrigo y se miró al espejo.
Isabella ya