Capítulo 32

El refugio improvisado era un pequeño departamento en un barrio modesto, alejado de las luces y del bullicio. Isabella se sentó en un rincón, con la mirada fija en el suelo, aún sintiendo el eco de los disparos y el olor a pólvora en el aire. Sebastián se arrodilló frente a ella, sus ojos reflejaban una mezcla de cansancio y determinación.

—Lo hicimos bien —dijo él, con voz suave—. Pero esto es solo el comienzo.

Isabella levantó la vista, encontrando en sus ojos la fuerza que necesitaba para seguir.

—Por Eva, no podemos permitirnos retroceder —susurró—. La justicia que buscamos es más que una venganza. Es una promesa.

Sebastián tomó su mano, entrelazando los dedos con cuidado.

—Y estaremos juntos en cada paso. No importa lo que venga.

Un silencio lleno de comprensión los envolvió, mientras afuera la ciudad seguía viva, indiferente a la guerra silenciosa que se libraba entre las sombras.

Pero dentro de ese pequeño refugio, dos almas se preparaban para enfrentar un futuro incierto, con
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