Con un importante dolor de cabeza, Gaby abre con lenitud los ojos para enfrentarse a un nuevo día. Pero antes de terminar de abrirlos, ya sabía que no estaba solo en la cama, esa cama que no era la de él y sabía perfectamente que era la de algún hotel. Unas pequeñas y suaves manos lo rodeaban. Estaban sobre su estómago y brazo. Sin hacer nada de ruido y con movimientos cautelosos, se despoja de las intrusas manos. Se sienta al borde de la cama mirando su propia desnudez e insultándose en su mente, lo había hecho otra vez. Sacando sus malos pensamientos por idiota, se dispone a buscar su ropa. Al encontrarla se viste rápido para así poder desaparecer antes que la chica a su lado despierte y comience con sus reclamos. Una vez vestido, toma su celular de la mesita de noche y se gira para desaparecer del lugar.

—Te vas otra vez —se escucha el reclamo somnoliento de la mujer.

Gaby se gira sobre sus talones y la observa por unos segundos. La chica estaba desnuda sobre las sábanas blancas de