Lina y Alex salen de su nidito de amor, despidiéndose de este para ya volver a su hogar y retomar sus vidas en donde le habían dado una pausa. Cuando todas sus pertenencias fueron ubicadas en el maletero de la camioneta, se adentran en ella para partir hacia donde los espera el avión para llevarlos nuevamente a Argentina.
Una vez arriba del avión, Lina se acomoda en el asiento apoyando su cabeza en el hombro de Alex y este enreda sus dedos con los de ella dándole seguridad sabiendo bien que Lina todavía no lleva bien lo de volar.
—Me da pena alejarme de este lugar, pero extraño horrores a mi hija —habla Lina rompiendo el cómodo silencio que los rodeaba.
—Siento lo mismo —concuerda Alex acariciándole con el pulgar la mano—. Pero podemos volver y traerla con nosotros.
—Podríamos traerla, le va a encantar el parque acuático —exclama Lina.
—Entonces lo haremos —promete el joven sonriendo.
Después de una hora de vuelo, la rodilla de Lina bailaba sin cesar. Alex observa como esa pierna dan