Una mano caliente se posó en la mano de ella que descansaba en su regazo. Noe giró la cabeza para encontrarse a centímetros del rostro de Gaby, que la observaba con una mirada extraña que ella no llegó a descifrar.
—Hemos llegado —le avisa en voz baja. Noe gira la cabeza y ve que estaban delante del resto. Ella había estado tan absorta en sus pensamientos que nunca se había dado cuenta que ya habían llegado. Mira hacia el asiento de atrás y lo encuentra vacío, se ve que tampoco se dio cuenta que los niños ya habían bajado de la camioneta. Ella vuelve a mirarlo y quita su mano de debajo de él para llevarla a su cinturón de seguridad y desabrochárselo—. Déjame ayudarte —le pide haciendo suavemente a un lado las manos de ella. Los nudillos de él rozan el estómago de Noe provocando un estremecimiento en ella. Gaby se da cuenta y cierra los ojos por unos segundos, luego levanta la vista hacia ella y clava sus ojos oscuros que parecían dos cuencas sin fondo, en las claras e iluminadas pupil