A la media hora el timbre de su casa suena, ella abre y su hermana aparece en el umbral de su puerta retorciéndose las manos.
—¿Por qué no podías darme un adelanto por teléfono? —se queja su hermana pasando por al lado de ella como un torbellino.
—Porque como te dije por teléfono, ni siquiera lo abrí —Noe cierra la puerta y sigue a su hermana—. Quería que lo abrieras primero —le explica.
—No doy más de los nervios —su hermana la mira casi suplicante.
—Debes calmarte, Euge —le pide con suavidad.
—Como si fuera fácil. ¿Qué hago si en verdad me está engañando? ¿Qué hago si está metido en alguna cosa rara? —Eugenia comienza a caminar de un lado a otro sin dejar de retorcer sus dedos.
—Creo que deberías tomar un té de tilo o algo para tranquilizarte un poco —Noe se dirige hasta la cocina y la hermana la sigue detrás.
—No. Quiero café —pide con la voz un poco más fuerte de lo común.
—Está bien —canturrea ella.
—Deberías darme el sobre y terminar con esto de una vez —demanda la chica.
—Est