El mundo de Asha se sintió roto, quebrado en mil astillas invisibles que le cortaban el alma desde adentro.
El impacto de aquellas palabras, pronunciadas con voz suave, pero llena de veneno, fue como una puñalada directa a su corazón.
Iker y Belén iban a tener un hijo.
Y, sin embargo, todo lo que Asha podía pensar era en lo que ella había perdido.
«Van a ser padres», pensó, con el estómago retorciéndose. «Van a traer una vida al mundo… pero por culpa de ellos, mi hijo murió.»
No dijo nada. El silencio se volvió una prisión helada.
Iker seguía quieto, como si sus pies estuvieran clavados al suelo.
Sus labios se movían apenas, pero ninguna palabra se atrevía a salir. Solo la miraba con esa mezcla de sorpresa y vergüenza, como un niño atrapado en una mentira que ha ido demasiado lejos.
—¿Desde cuándo lo sabes? —preguntó, finalmente, con un hilo de voz que parecía colgar de un abismo.
Belén bajó la mirada. Jugaba con los dedos como si le costara hablar, como si necesitara preparar la ment