—¡Asha! —rugió Iker mientras sujetaba con fuerza el brazo de la otra mujer.
Había ira en su mirada. Una ira que no estaba dirigida a Asha, sino a Belén, que temblaba como una hoja, aun con las mejillas ardiendo por la bofetada. Las lágrimas le corrían por el rostro, pero no eran de tristeza. Eran de pura rabia.
—¿Por qué has hecho esto? —espetó Iker, fulminando a Asha con la mirada.
La mujer, en vez de alterarse, se limitó a alzar el rostro y sonreír apenas, como si todo aquello no fuera más que un juego que ya conocía bien.
—Pregúntaselo a ella —respondió con voz suave—. O… ¿Es verdad lo que ella dice?
Iker parpadeó. Su expresión pasó del enfado al desconcierto, y luego al miedo disfrazado de duda. Volteó a ver a Belén, que lo observaba como si de su respuesta dependiera el destino de su vida.
—¿Qué…? —balbuceó él.
—¡Ha dicho que son amantes! —exclamó Asha—. Que estás conmigo solo por una venganza. Que nunca me amaste. ¿Es eso cierto, Iker? ¿Estás conmigo por venganza?
El mundo se det