Mientras tanto…
Los gemelos Durance habían organizado una fiesta privada, elegante y ruidosa, en honor a su prima Dianella. Era su manera de celebrar que había quedado dentro de los finalistas del concurso de diseño más exclusivo del país. Un logro impresionante. Un paso hacia la élite.
La celebración fue en el bar más lujoso de la ciudad, un lugar de techos altos, luces tenues, música envolvente y copas que brillaban como diamantes bajo los reflectores.
Dianella llegó radiante.
Con un vestido rojo profundo que delineaba cada curva sin caer en la vulgaridad, su sonrisa era contagiosa, y sus ojos brillaban como si estuviera hecha de luz.
Apenas entró, los gemelos la arrastraron a la pista. Bailaban con entusiasmo, riendo como cuando eran niños, como si el tiempo no existiera.
Sus cuerpos se movían al ritmo de la música, entre aplausos, brindis y carcajadas.
Uno de los gemelos, Felipe, le presentó a un grupo de amigos del club y algunos del círculo de diseñadores que ya habían oído habl