El amanecer apenas comenzaba a dibujarse sobre la ciudad cuando los primeros rayos de sol se colaron por la ventana.
La luz, cálida y suave, se deslizó sobre la habitación como una caricia tímida, iluminando poco a poco el rostro de Asha.
Abrió los ojos lentamente, aún desorientada por la fiebre que la había consumido la noche anterior. Parpadeó varias veces, tratando de reconocer el entorno… y entonces lo vio.
Bruno.
Estaba dormido en la silla junto a su cama, con la cabeza inclinada hacia un lado, los brazos cruzados y el ceño ligeramente fruncido, como si incluso en sueños siguiera en guardia. Su presencia allí no la sorprendió… pero el recuerdo de la noche anterior sí: él había estado a su lado, cuidándola, dándole agua, bajando su fiebre, limpiando su sudor.
Y ella estaba semidesnuda.
La conciencia de su cuerpo la golpeó de golpe. Su blusa seguía colgada en el respaldo de la silla. Solo llevaba puesto el pantalón de dormir y el sujetador.
Instintivamente, se cubrió con la sábana,