POV Sebastián
Mis manos tiemblan, mis labios también. El pecho se me contrae con una fuerza que no sabía que existía. Y las lágrimas… Dios, las lágrimas ya no caen: rebotan contra mi rostro como si quisieran hacerme sangrar.
Mi hija… no es mi hija.
La niña que críe, que me dijo “papá” por primera vez, que se aferró a mis piernas con esos deditos tan pequeños, que me abrazaba cuando tenía miedo a la oscuridad… no lleva mi sangre. No es mía.
Me siento vacío. No. Me siento peor que vacío. Me siento roto, podrido, destruido desde la raíz.
—¡Esto es un castigo! —grito hacia la nada, hacia el techo, hacia Dios o el infierno. ¿Qué más da?
Un castigo… por Dianella, quizás. Por Melissa. Por haber sido tan ciego, tan cruel, tan estúpidamente soberbio.
¿Lo merezco?
Sí. Sí, lo merezco todo.
Yo le hice daño a Melissa. A mi hija. A mi sangre real. ¿Qué clase de hombre destruye a su propia familia por orgullo? ¿Por venganza?
¿Qué clase de padre soy?
No. No soy un padre.
Soy un maldito monstruo.
Todo