Días después.
El sol comenzaba a bajar, y el jardín estaba teñido por una luz dorada, cálida, que parecía envolverlo todo en una especie de calma.
Asha estaba sentada junto a su madre en la banca blanca.
Ellyn sostenía entre las manos una pequeña libreta con los preparativos del aniversario.
—¿Crees que deberíamos cancelar la fiesta de aniversario, hija? —preguntó finalmente, su voz era baja, cargada de duda—. No quiero que tú… o Dianella… lo pasen mal. Han pasado tantas cosas.
Asha se volvió hacia ella, la miró con dulzura, y luego la abrazó con ternura. Un abrazo fuerte, que decía más que cualquier palabra.
—Claro que no, mamá —susurró con firmeza—. Tú y papá merecen celebrar su amor… después de todo lo que han superado.
Ellyn cerró los ojos unos segundos, como si esas palabras le hubieran traído un poco de paz.
Cuando se separaron, ambas se acomodaron en la banca, y por un instante solo se escuchó el canto suave de los pájaros entre las ramas.
Entonces, Asha rompió el silencio.
—Mam