—Me dijeron que él estaba muy enfermo… —dijo Julián apenas cruzó el pasillo del hospital. Su voz temblaba, y sus ojos buscaban a Melissa con ansiedad—. Pensé… pensé lo peor.
Ella lo miró sin emoción, con los párpados caídos por el cansancio acumulado. Se cruzó de brazos y respiró profundo antes de hablar.
—Él está bien, Julián —respondió al fin, casi en un suspiro—. Ya está fuera de peligro.
Hubo un silencio tenso. Él no respondió de inmediato, como si no supiera cómo justificar su presencia ahí. Sus dedos se apretaban y soltaban como si algo lo estuviera carcomiendo por dentro.
—Entonces… ¿Por qué viniste? —preguntó ella al fin, con la mirada fija en él.
Julián tragó saliva. Dio un paso hacia ella y luego otro. Alzó una mano temblorosa y, sin pedir permiso, la tomó por la suya.
—Porque la extraño —dijo, con voz rota—. ¡La extraño tanto que me duele respirar! No puedo sacarla de mi cabeza, Melissa… Yo… la amo.
Melissa sintió que el mundo se detenía un segundo. Las palabras, aunque no l