Ellyn rompió el beso de pronto, con el corazón agitado y la mente enredada.

Se apartó un poco, sin mirarlo directamente, y bajó la vista a su ropa húmeda.

Un estremecimiento cruzó su espalda, como si la pasión la hubiese abandonado demasiado rápido.

—Mira lo que hiciste —murmuró con una mezcla de reproche y risa nerviosa, señalando su blusa empapada.

Federico se incorporó, aun con los labios húmedos por el beso interrumpido, pero ella lo envolvió con una toalla sin permitirle decir nada más. Sus manos temblaban un poco.

No era solo el beso… era todo lo que venía cargado detrás de ese beso.

—Necesito ese beso para respirar —susurró él, con la voz rasgada—. Lo juro… es lo único que me mantiene cuerdo.

Pero Ellyn no respondió. No podía.

Había algo en sus ojos que lo detenía, una sombra que se extendía desde el pasado hasta el presente.

Se inclinó de nuevo sobre su herida para curarla. El olor del antiséptico, la piel rasguñada, la sangre seca… todo le trajo a la mente esa noche maldita en