Ellyn acomodó el cabello de Asha con dulce ternura, mientras la niña sonreía.
Afuera, el sol de la mañana bañaba la entrada de la nueva guardería con una calidez y un viento fresco soplaba.
La niña brincaba de emoción, con su mochila rosa a la espalda y sus zapatillas nuevas que hacían ruiditos al pisar.
—Mi amor —dijo Ellyn, agachándose a su altura—, mami, vendrá por ti más tarde, ¿sí? Pórtate bien, escucha a tus maestras… y recuerda que te amo muchísimo.
Asha asintió con una sonrisa radiante, luego se lanzó a sus brazos con fuerza.
La apretó como si fuera su peluche favorito, le dio un sonoro beso en la mejilla y luego corrió hacia Sebastián para hacer lo mismo.
—Tío Sebas, un beso para ti también.
El hombre se agachó para recibir el gesto, conmovido.
—Gracias, princesa. Hoy serás la más valiente de todas.
La niña agitó la mano en señal de despedida mientras entraba con las otras pequeñas.
Pero pronto, entre risas, juguetes y colores, se olvidó de todo.
Ellyn sonrió al verla marchar