La noche resplandecía con el lujo desbordante del bar más exclusivo de la ciudad. Las luces tenues, la música envolvente y el aroma a vino caro creaban una atmósfera perfecta para cerrar tratos millonarios.
Ellyn y Sebastián habían reservado una sala VIP solo para sus inversores, socios y colaboradores más importantes.
Las copas de cristal tintineaban en un brindis eufórico.
—¡Brindemos por nuestra diseñadora estrella y por el éxito mundial de Rosalé! —exclamó uno de los inversores, alzando su copa.
Todos aplaudieron.
Ellyn sonrió, modesta, pero con la seguridad de quien ha ganado una batalla tras otra con talento y tenacidad.
Sebastián la miró con orgullo. La fiesta seguía su curso, risas, elogios y promesas de futuros proyectos.
Pero la armonía se rompió en un instante. En el umbral de la sala, apareció un hombre que no encajaba con el resto.
Su porte altivo y su traje oscuro atrajeron todas las miradas. Sebastián lo reconoció de inmediato y su expresión se tensó.
—¿Tú? —dijo con to