— Mi… ¿Mila? — Balbuceó Marcus, Incrédulo.
La pobre chica, tiesa en el umbral de la puerta, sí que parecía un fantasma, blanca como un papel, sumamente delgada, ojerosa, con el cabello opaco y quebrado recogido en una coleta torcida, el niño se veía en mejor condición, pero aun así bastante delgado.
Lo único que se veía en buen estado en la mujer y el pequeño niño, era la ropa que usaban y se notaba a leguas que era nueva, recién comprada.
— Marcus… — Susurró Mila, al tiempo que los ojos se le cristalizaban y apretaba con fuerza la mano del pequeño.
— ¿Qué…? ¿Qué es esto? — Preguntó Marcus atónito, volteando hacia Carmen.
— ¿Es que no la recuerdas?
— Cla… Claro que la recuerdo… — Marcus se enderezó, intentando recuperar su entereza. — Mila… Ella vivía con ustedes cuando eran niñas y luego se fue al extranjero para estudiar… Lo siento, es que… Me sorprende porque… Ha pasado tanto tiempo de eso… — Marcus volvió a mirar hacia la joven recién llegada, quien ya se limpiaba una escur