Con el corazón en un hilo, Carmen pasó la noche esperando a Marcus, sin embargo, aun en la madrugada, él no había llegado y la mente de ella comenzó a hacer suposiciones.¿Podría ser que Bastián no hizo lo que ella le pidió y le hizo algo a Marcus? No, eso no podía ser posible, ella confiaba en Bastián ahora más que nunca.El sol ya salía en el horizonte, los rayos de luz entraban por el ventanal del salón, alumbrando a Carmen quién prácticamente se estaba cayendo del sueño, cuando la puerta de la entrada sonó.Para el alivio de Carmen, finalmente Marcus había llegado, sano y salvo.—¿Encontraste mis papeles? — Preguntó Carmen, apenas Marcus entró en el apartamento.—¿Eh? ¿Carmen que haces…? — Marcus se sorprendió al verla despierta, esperándolo, tal como él lo había hecho antes con ella.—Te estaba esperando, es obvio, ¿No? — Carmen se levantó del sofá y caminó hacia Marcus. — Son mis papeles, de esto depende mi vida… —Eh… Sí, lo sé, pero…—¿Pero qué…? ¿Dónde están? ¿Po
Carmen suspiró nerviosa, de punta en blanco ella se observó en el espejo, ¿Estaba haciendo lo correcto? Todavía no lo sabía, pero era momento de averiguarlo.Esta no era una boda tradicional, era un acuerdo, un pacto y una trampa, por eso no era fácil mantenerse serena, mucho menos simular tranquilidad o felicidad.Ella no sabía exactamente lo que Marcus había planeado para ese día, pero si sabía que un gran grupo de sus hombres, los escoltas de la familia Beltrán que ahora la protegían, la estaban esperando afuera por si algo se salía de control o por si sucedía algo con Bastián.Aunque en realidad, Carmen contaba más con Bastián, que con sus propios hombres.Y luego de otro suspiro más, con el que casi se le salía todo el aire a Carmen, ella inhaló profundo, hasta sentirse llena de convicción y caminó directo hacia la puerta de la habitación.—¿Señorita Hernández? — Un escolta de Marcus la detuvo, apenas la vio salir. — Disculpe, pero la ceremonia no ha empezado, debe esperar
Luego de un minuto de absoluto silencio, el ministro retomó el discurso, llegando a la parte más importante de la ceremonia.—Marcus Torres, ¿acepta usted a Alicia Beltrán como su legítima esposa?—Sí, acepto. — Respondió Marcus, al tiempo que tomaba el bolígrafo que le ofreció el ministro y firmaba el acta.—Acaso… ¿Acaso escuché bien? — Desde su asiento, Carolina arrugó el entrecejo. — ¿El ministro dijo Beltrán?—Qué extraño… — Murmuró Mercedes, arrugando el entrecejo.—Y usted, Alicia Beltrán, ¿acepta usted a Marcus Torres como su legítimo esposo? Volvió a preguntar el ministro, ofreciéndole el bolígrafo a Carmen, lo que provocó que una fuerte ola de susurros se acrecentara, ambos novios miraron al público de reojo.—No los escuches… — Susurró Marcus a Carmen, llamando su atención. — Solo firma y todo esto habrá acabado…—¡Esperen un momento! — Se levantó Carolina, incapaz de aguantarse más, al ver cómo todos los invitados susurraban y se reían. — ¿Qué clase de brom
Dos sirvientas se encargaron de abrir las enormes y antiguas puertas de madera, jalando la manija cada una a cada lado, mientras que las otras cuatro sirvientas de la mansión, esperaban en el pasillo, dos de cada lado, todas con el rostro inclinado, como una reverencia.—Buenas tardes, señor Hidalgo. — Vocearon las seis empleadas al mismo tiempo, como un coro, cuando el dueño y señor de la casa entró.—Buenas tardes. — Mascullo Bastián Hidalgo, entregando el maletín a una de las empleadas, al tiempo que otra lo ayudaba a quitarse el saco.—Señor, la cena se servirá en un momento, si gusta… — Comenzó a explicar una de las sirvientas, cuando la gruesa y autoritaria voz de su jefe la acalló.—No tengo hambre, no deseo comer nada, tuve un día muy pesado en la oficina y me duele la cabeza, así que iré a mi habitación a descansar y no quiero que nadie me moleste… — Gruñó Bastián a todo pulmón.—¡Sí, señor! — Asintieron las seis sirvientas al unísono, manteniendo la cara agachada.
Las grandes puertas del salón principal se abrieron y Bastián Hidalgo hizo su entrada, mientras que terminaba de acomodarse la chaqueta del traje, al mismo tiempo, todas las personas presentes en el salón bajaban la vista en forma de una pequeña reverencia, excepto por una sola persona, su madre.—¡Vaya! Hasta que por fin te puedo ver… — Vocifero Mercedes, la madre de Bastián.—Sabes que siempre estoy muy ocupado, madre… — Bastián levantó la vista, dándose cuenta, finalmente, de que Mercedes, no era la única persona que lo esperaba, pues ella venía con varios invitados más.—Esa no es excusa para que ignores a tu madre, Bastián. — Se quejó Mercedes, al tiempo que levantaba una mano, para que su hijo le besara el dorso, en forma de respeto y como un saludo.—No te he ignorado… — Murmuró Bastián con cierta espina de sospecha, para luego tomar la mano de su madre y besarla, como ella lo esperaba.Una preocupación abordó la mente de Bastián, «¿ha llegado el momento?»—No me res
—Tienes que calmarte… — Fernanda sostenía a Carmen por los hombros, viéndola con determinación a los ojos. — Respira profundo…—Que… Yo… Es que… — Balbuceaba Carmen ya derramando lágrimas.—No puedes volver a permitir que los demás vean que te afecta o todos se enteraran de lo que pasa entre tú y el señor Hidalgo, debes ser más fuerte, Carmen… — Murmuró Fernanda con discreción.—¿Cómo? — Carmen arrugó el entrecejo confundida. — Tú… ¿Tú los sabes? —Por supuesto, no soy estúpida…—¿Todos los saben? — Preguntó Carmen aterrada.—No, claro que no, solo yo lo sé y es porque te conozco, llevo años conociéndote y trabajando con a tu lado con el señor Hidalgo, pero… Si vuelves a ser tan obvia, Carmen, ten por seguro que todos se enteraran… — Le advirtió Fernanda a su amiga. — Ahora, quédate encerrada en tu habitación, llora lo que tengas que llorar, sufre lo que tengas que sufrir y mañana sales a trabajar con la cabeza en alto, como si nada hubiera pasado, ¿entendido? —No… Yo
El día de la fiesta de compromiso había llegado y hasta ahora, aunque con muchas dificultades, Carmen había logrado esquivar a Bastián, para ella, su examante.No fue nada fácil, sobre todo considerando que vivían en la misma mansión, pero era un lugar muy grande en el que ella podía esconderse en el día, cuando él no estuviera trabajando y por las noches, Carmen se esforzaba trabando la puerta de su habitación con algún mueble pesado o se quedaba en la habitación de otra empleada, simulando sentirse mal.Hasta ahora todos sus esfuerzos habían dado sus frutos, pues no tuvo que tropezarse con su jefe y lo poco que vio a Bastián, fue en momentos en los que había alguien más presente, por lo que él no pudo acercarse.Claro, Carmen era muy consiente de que no podría esquivar a Bastián toda la vida, en algún momento ella tendría que volver a enfrentarlo, pero por ahora, era bueno hacerle notar a su jefe, que ella no estaba de acuerdo en seguir con su relación clandestina ahora que él se
—¿Qué haces aquí, Marcus? — Gruño Bastián, con mala cara, todavía muy pegado a Carmen, sin mover un solo músculo de su lugar y viendo a su sobrino por el rabillo del ojo, quien seguía paralizado en la puerta de la biblioteca.—Lo siento, tío, es que te estaban buscando y yo vi que, bueno… Es hora de hacer el anuncio del compromiso… — Intentó explicar Marcus, con los ojos muy abiertos.—Bien… — Asintió Bastián, para luego dirigirse directamente a Carmen, murmurándole en la cara. — Luego terminaremos con nuestra charla… Esto no se ha terminado, Carmen.Bastián la soltó y sin mirar para los lados o mostrar un atisbo de dudas, arrepentimiento o culpa frente a su sobrino, caminó hacia la puerta de la biblioteca estirándose el traje.—Los espero afuera, ahora mismo. — Gruñó Bastián antes de salir.—Sí, claro, tío… — Contestó Marcus, mostrándose muy serio hacia Bastián.Carmen se quedó allí recostada al escritorio, intentando recuperar el aliento, cuando Marcus volvió a voltear ha