— Señorita Beltrán, ahora usted cuenta con un gran número de empleados y todo un ejército que haría lo que fuera por usted, nosotros cinco, solo somos los encargados de coordinar, como los gerentes, por decirlo así… Por lo que, lo que sea que usted pida, no será un problema para nosotros conseguirlo… — Explicó Santiago.
— Bueno… Ya que insisten, creo que sí hay algo en lo que podrían ayudarme… — Comentó Carmen pensativa. — Necesito que encuentren a alguien por mí, necesito saber qué pasó con una antigua amiga… Y que sea lo más pronto posible.
— Por supuesto, solo necesitamos algo de información sobre… — Comenzó a decir Manuel, cuando Carmen miró el reloj en su muñeca.
— ¡Oh, cielos, ya necesito irme! — Voceo Carmen recogiendo su cartera rápidamente, para correr hacia la puerta de la oficina, sin embargo, una gran figura se atravesó en su camino. — ¿Hay algún problema? — Preguntó ella extrañada.
— Lo siento, señorita Beltrán, Pero ahora su seguridad está en nuestras manos, no pod