— ¡Carolina! — La voz de Mercedes interrumpió la triste escena.
Carmen llorando indignada, Bastián preocupado por lo que ella pensaría de él y Carolina recostada en el balcón, sonriendo mientras contemplaba con satisfacción su creación: el dolor que les había causado a la pareja.
— ¡¿Cómo te atreves?! — Mercedes se acercó a su hija, soltándole una bofetada que le volteó la cara.
— Ma… Madre… — Balbuceó Carolina, atónita, sosteniéndose la ardiente mejilla.
— Te ordené nunca hablar de esto, ¡No debías decírselo a nadie! — Gruñó Mercedes, enojada.
— ¡¿Para qué…?! ¡¿Con qué objetivo mantendríamos ese secreto?! ¡¿Para que sean felices mientras que nosotras desaparecemos?! — Replicó Carolina, recuperando un poco la postura. — ¡No, me niego! ¡Que sufran por lo menos, para que nos la paguen!
— ¡Usted…! — Carmen se acercó a Mercedes, señalándola con un gesto amenazante. — ¡¿Cómo se atrevió!? ¡Usted es un monstruo y su hija no se queda atrás! Ambas… Las dos me hicieron la vida imposible