Capítulo 33
Uno de los dones con los que había nacido Ofelia Ortega del Pino era el de atraer miradas. No existía persona que no girara a verla en cuanto su presencia se hacía notar. Alta, aproximadamente 1,80 metros de estatura, esbelta y de porte gallardo, dejaba su huella a su paso, impregnando el aire con el exquisito aroma de Shumukh, el perfume más caro del mundo, originario de los Emiratos Árabes.

—Pase, por favor, señorita Ortega del Pino. Su acompañante ya la espera en la mesa —dijo el mesero con voz respetuosa, guiándola hasta donde Alexander Duarte de León degustaba una copa de vino tinto.

—Hermosa, espectacular y despampanante —susurró el hombre, sin poder evitar su admiración al verla.

Ofelia tomó asiento junto a su excuñado en una mesa para dos, ubicada junto a la ventana del elegante restaurante. El camarero le entregó un sobre con tarjetas, inclinándose ligeramente al hablar.

—Aquí tiene, señorita.

—Por favor, tráigame una copa del mismo vino que toma el señor —pidió ella, sin apar
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