El vestíbulo del hotel Excelsior brillaba con la opulencia característica de los eventos de alta sociedad. Arañas de cristal colgaban del techo como joyas congeladas, reflejando la luz en destellos que parecían seguir a cada invitado. El murmullo constante de conversaciones en distintos idiomas se mezclaba con el tintineo de copas y la música suave de un cuarteto de cuerdas escondido en una esquina. Todo estaba calculado para impresionar, desde el mármol pulido bajo los pies hasta las discretas sonrisas de los camareros que deslizaban bandejas de champán entre los asistentes.

Valeria atravesó las puertas giratorias con la barbilla en alto, consciente de las miradas que atraía su vestido negro de corte asimétrico. Lo había elegido con precisión quirúrgica: lo suficientemente elegante para pertenecer, lo bastante prov