El salón de la gala resplandecía bajo las luces doradas que caían como cascadas desde los candelabros de cristal. Valeria se movía entre los invitados con la gracia de una pantera, consciente de cada mirada que atraía su vestido rojo escarlata. El corte a media espalda dejaba al descubierto su piel bronceada, mientras la abertura lateral revelaba sus piernas con cada paso que daba.

Alejandro la observaba desde la barra, con un whisky en la mano y una sonrisa enigmática en los labios. Llevaba un traje negro impecable que contrastaba con su camisa blanca inmaculada. Su presencia imponente había captado la atención de varias mujeres en la sala, pero sus ojos solo seguían a Valeria.

—Pareces un depredador acechando a su presa —comentó Marco, acercándose a él con una copa de champán.

—Tal vez lo sea —respondió Alejandro sin apartar la mirada de Va