El reflejo en el espejo le devolvió a Valeria una imagen que no terminaba de reconocer. El vestido negro de seda se ajustaba a sus curvas como una segunda piel, con un escote que insinuaba lo suficiente para despertar la imaginación sin revelar demasiado. Sus dedos recorrieron el collar de diamantes que adornaba su cuello, un regalo de Enzo que ahora pesaba como una cadena invisible.

—¿Qué demonios estoy haciendo? —murmuró para sí misma, mientras el maquillaje ocultaba cualquier rastro de duda en su rostro.

La invitación de Alejandro descansaba sobre el tocador. Una gala benéfica exclusiva en el Hotel Imperial, uno de los eventos más prestigiosos de la temporada. Cuando él la llamó tres días atrás, debería haber dicho que no. Pero algo en su voz, en la forma en que pronunció su nombre, despertó una curiosidad que creía dormida.

"Solo