El tiempo pareció detenerse en ese instante preciso. Alejandro inclinado hacia Valeria, sus labios a milímetros de los de ella, y Enzo observando la escena con una expresión que pasó del shock a la furia más absoluta en cuestión de segundos.

Pero antes de que los labios de Alejandro pudieran tocar los de Valeria, ella giró bruscamente la cabeza, haciendo que él besara el aire. La sonrisa victoriosa de Alejandro se desvaneció, reemplazada por confusión.

Sin embargo, para Enzo, el daño ya estaba hecho. Ver a ese hombre tan cerca de Valeria, verla no apartarse inmediatamente, fue la gota que derramó el vaso.

—Figlio di puttana —rugió Enzo, cerrando la distancia entre ellos en dos zancadas.