Mundo de ficçãoIniciar sessãoEl silencio de la mansión Costa se volvía cada vez más insoportable. Enzo caminaba de un lado a otro como un animal enjaulado, con el teléfono en la mano y la mirada fija en la última llamada recibida. Habían pasado tres horas desde que Valeria le había dicho que estaría con Alejandro para "aclarar las cosas", y cada minuto transcurrido era como ácido corroyendo sus entrañas.
—Maldita sea —masculló, arrojando el teléfono sobre el sofá de cuero italiano.
Paolo, que había permanecido discretamente en un rincón del despacho, se acercó con cautela.
—Señor, ¿quiere que prepare el coche?
Enzo levantó la mirada, sus ojos oscuros reflejaban una tormenta interior que Paolo conocía demasiado bien. Era la misma mirada que había tenido cuando descubrió la traición de Bianca años atr&a







