El vestido negro de Valeria se ajustaba a sus curvas como una segunda piel. Había elegido algo sobrio pero elegante: un diseño de corte lápiz que terminaba justo por debajo de las rodillas, con un escote discreto pero sugerente. Profesional, pero con ese toque que hacía que las miradas se detuvieran un segundo más de lo necesario.
Frente al espejo del ascensor del edificio Montecarlo, ajustó su collar de perlas y repasó mentalmente la presentación. La señora Carmona era una de las clientas más importantes de la firma, y esta reunión podría significar un contrato millonario para remodelar su cadena de hoteles boutique.
—Recuerda, nada de tus comentarios mordaces —se dijo a sí misma en voz baja.
Las puertas se abrieron y el aroma de Enzo llegó antes que él. Ese maldito perfume que combinaba notas de madera y algo indefinible que parecía dise&