El Hospital Universitario olía a desinfectante y desesperanza. Valeria caminó por los pasillos blancos con paso firme, aunque por dentro se sentía como si estuviera caminando hacia su propia ejecución. Habitación 412. Cada número que pasaba la acercaba más a un pasado que había intentado enterrar.
Cuando llegó a la puerta, se detuvo. Respiró hondo tres veces, una técnica que había aprendido durante sus ataques de ansiedad después de la ruptura con Javier. Luego empujó la puerta.
La escena que la recibió le rompió el corazón.
Sofia yacía en la cama, conectada a múltiples cables y monitores. Su piel, antes bronceada y vital, ahora tenía un tono amarillento. El cabello, que recordaba largo y castaño, había desaparecido casi por completo, dejando apenas unos mechones ralos. Pero sus ojos —esos ojos marrones brillantes— se iluminaron al ver a Valeria.
—Val —susurró, su voz apenas audible—. Viniste.
Valeria sintió las lágrimas quemando sus ojos mientras se acercaba a la cama.
—Por supuesto q