El amanecer trajo un aire de expectación. Emilia abrió los ojos antes que el sol se alzara del todo, sintiendo cómo su vientre se estiraba con cada movimiento de su pequeño.
con siete meses de embarazo, cada día era un recordatorio de que la fecha del nacimiento se acercaba más rápido de lo que imaginaban.
Lucas dormía a su lado, pero apenas notó el leve movimiento de ella, abrió los ojos de inmediato. Su instinto protector se había vuelto casi infalible.
—¿Estás bien? —preguntó con voz ronca, incorporándose.
—Bien —sonrió Emilia—. Solo se movió. Parece que nuestro hijo también es madrugador.
Lucas apoyó la mano sobre el vientre y, como si el bebé lo supiera, una patadita suave respondió a su contacto. Ambos rieron, compartiendo esa complicidad que ahora formaba parte de sus mañanas.
El día prometía ser especial. Sofía y su novio, de regreso de su viaje, habían planeado acompañarlos a la primera gran compra de artículos para el bebé.
El tío Erico también había prometido pasar, insist