El primer rayo de sol se filtró por las cortinas, tiñendo el apartamento de un dorado pálido. Emilia despertó con la sensación de que el tiempo se había suspendido, pensando en esa noche, diferente, recordando la mirada de Lucas, ya no tan fria y esa pasión desbordada, cada detalle la hizo estremecer y avergonzarse un poco.
El aroma de café recién hecho flotaba en el aire. Se incorporó lentamente, sin ´pder sacar de su mente la noche anterior: el calor de las caricias, las palabras que aún ardían en su pecho.
Lucas estaba en la cocina, de espaldas, la camisa arremangada. Se movía en silencio, como si temiera romper el frágil equilibrio de la madrugada. Emilia, se vistió en silencio, se acercó despacio, descalza, y apoyó la mano en el marco de la puerta. Vío a Lucas y entendió que es con él con quien siempre quiere estar y quedarse a su lado para siempre.
—Buenos días —dijo, su voz todavía cargada de sueño.
Lucas se giró apenas. Sus ojos, oscuros y profundos, la recorrieron en un ins