POV: Franco
Desperté antes del sol, pero ya no estaba solo en la biblioteca. La luz incierta del amanecer se filtraba por la pared de cristal, pintando tenues reflejos dorados sobre el cuerpo de Helena, acurrucada a mi lado en el sofá.
La manta de lana nos cubría, un frágil escudo contra el frío del mármol. Mi brazo la rodeaba, no por control, sino por la necesidad primitiva de sentir su peso, la prueba de que todo lo que había pasado era real. El dolor en mi espalda, grabado por el cuero del escritorio y sus uñas, era un recordatorio físico de que el contrato había sido sellado, no con sumisión, sino con una negociación brutal.
Ella era diferente. Yo era diferente.
Me quitó la camisa, me exigió la verdad, y me tomó a cambio. No me rebajó; me redefinió. La Arquitecta no busca un Dueño; busca un socio digno de su guerra.
Me separé con lentitud, sin despertarla. Me puse de pie, sintiendo la pesadez de mi cuerpo, pero una ligereza extraña en mi mente. La confesión sobre Elisa me había d