POV: Franco
El interior del jet privado se sentía como una jaula de oro, un espacio hermético entre dos mundos: el caos que dejábamos atrás y la guerra que nos esperaba en Nápoles.
Me recosté en el asiento, observando a Helena. Ella estaba al otro lado de la mesa, con Elisa dormida profundamente a su lado. La niñera, Sofía, se había instalado discretamente al frente, abrazando el cofre vacío con una lealtad que me compraría.
Helena no dormía. Sus ojos azules estaban fijos en la ventana oscura, pero yo sabía que su mente no veía la noche; estaba reconstruyendo cada mentira, cada gesto, cada microexpresión que había usado en las últimas veinticuatro horas.
Elisa no es la única Esmeralda. La gemela. Cinco años. Helena no puede saberlo. Todavía no. Si lo descubre por su cuenta, no la perderé, la destrozaré. Y al hacerlo, destruiré a la única persona que puede protegerme en esta nueva guerra.
La urgencia de mi padre era real. La orden de mi padre de destruir el rastro médico en Nápoles sól