POV: Helena
El grito no salió de mi boca. Se quedó atrapado en mi garganta, un tapón de hielo y terror puro. Me llevé las manos a la boca, pero no para sofocar el sonido, sino para evitar que mi alma se escapara.
La pared del jet seguía proyectando la imagen, aunque Franco ya había dado la orden de apagarla. El rostro de Serov Moretti, pálido y vendado, era el de un demonio triunfante. Pero mis ojos no estaban en él. Estaban fijos en la pantalla, en la imagen residual de la niña.
Tenía el mismo cabello oscuro y grueso que Elisa. La misma forma de la nariz, la misma boca pequeña y tensa. Y esos ojos. El mismo, idéntico, verde esmeralda que me devolvía la mirada cada mañana y que ahora dormía apaciblemente a mi lado, ajena a la pesadilla.
Una gemela. Siempre fuimos dos. Mi cuerpo... yo di a luz a dos niñas. Y solo me permitieron ver a una.
La conmoción no me permitió gritarle a Franco. No podía preguntarle, no podía confrontarlo. Mi mente se había fracturado. Recuerdo el parto; el dolor