Me sentí orgullosa de estar sentada en la quinta hilera de asientos frente al podio, con mi toga y birrete azul rey, luciendo realmente emocionada.
Busqué con la mirada a mi padre, hasta encontrarlo al otro extremo de las gradas, portando una hermosa sonrisa. Nada me hizo sentir más segura que verlo, y verlo como todo hijo pretende ver a su padre, sonriendo orgulloso porque finalmente olía el triunfo de mis pisadas. Y sí, nada era tan perfecto en ese momento, me faltaba mi madre, a pesar de sus horribles palabras, yo seguía esperanzada en reestablecer mi relación con ella, aunque pareciera imposible.
Por otro lado estaba John...
─Emmy, ¿estás bien? ─pregunto una compañera a mi costado.
─ ¿No se nota? ─sonreí y me limpié las mejillas.
Escuché mi nombre. Ese fue mi momento más crucial, caminé segura hacia la tarima, pensando que debía guardar la calma y controlar los nervios. Hasta que sentí mi celular repicar, quise ignorarlo pero con la insistencia que se cargaban las notificaciones