Esa mañana me abrigó aquella sensación asfixiante de ansiedad. Miré por enésima ambos extremos de la calle, y pensé que tal vez el taxi en el que se transportaba mi padre pudo averiarse. Era medio día, se suponía que pasaría al campus por mí justo a esa hora.
─ ¿Entonces vuelves a tu ciudad? ─preguntó Henry.
─Será por un par de días ─respondí sin hacer mucho honor a la conversación. Observé reloj de pulso. Era casi la una.
Para. Seguro el tráfico es un asco.
─ ¿Irás por aquel sujeto?
─Se llama John, y sí, iré por él ─repuse en un tono bastante chocante.
─Claro, siempre por él ─repitió en voz alta.
─Qué pesado eres, me recuerdas a un viejo amigo ─puse los ojos en blanco.
─No soy pesado, intento crear charla con la chica más inteligente de la Facultad. Que por cierto, es mi única amiga desde que llegué pero no me acepta una salida a cine ─justificó.
Escuché un claxon a media calle, y mi corazón revoloteó.
─Ya es hora. Debo irme ─levanté mi pequeña mochila cargada de la ropa necesaria pa