CAPÍTULO XLIX

mi móvil vibró repetidas veces durante el recorrido hacia casa de Raquel, lo ignoré, tenía mayores cosas por las que preocuparme ahora, como por ejemplo, pensar en decirle a mi madre lo arrepentida que estaba de mi decisión, y explicarle por qué conducía sin licencia.

─ ¿Qué haces aquí? ─despotricó Raquel al verme.

─Perdón ─susurré con un nudo en la garganta. Fue cuestión de segundos para que me tirara la puerta en la cara, dejándome completamente petrificada y dolida ─. ¡Mamá, perdóname, por favor!

Lloré muy fuerte. Adentro parecía desencadenarse un pleito entre Bruno y Raquel, oí sus gritos y alegatos, casi todos en mi contra, puestos sobre la mesa por mi propia madre.

Me deslicé sobre la pared y me senté en posición fetal sobre el piso de madera, hecha un mar de lágrimas, devastada, creyendo en que ese sería mi final. Después de unos minutos escuchando los mismos gritos como música de fondo, escuché venir pasos en manada hacia la puerta.

─ ¡Es todo lo que queda de ti en esta casa!,
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