Capítulo 30. Volverse loco
—Necesito olvidarla, Johan —dijo Darren, ajustándose los puños de la camisa mientras salían del ascensor privado del club—. Esta noche no quiero pensar, no quiero hablar de ella. Solo… distracción.
—No estoy seguro de que ésta sea la mejor forma —murmuró Johan, pero no insistió. Ya lo había visto beber demasiado en la semana, y eso que apenas era jueves.
Los esperaba un grupo de amigos en el salón VIP. Hombres de apellidos pesados y bolsillos infinitos, todos con sonrisas depredadoras y copas caras en las manos. La música se filtraba desde el salón principal, pero en aquella sala privada lo que se oía eran risas y murmullos de complicidad.
No tardaron en aparecer las chicas.
Todas vestidas para provocar: telas diminutas, escotes vertiginosos, labios rojos, miradas calculadas. Eran bellas, educadas para agradar y lo suficientemente hábiles para moverse entre las aguas turbias de los millonarios solitarios. Trepadoras, decían algunos. Profesionales del coqueteo sin compromiso. Y todos e