Capítulo 31. Fingir

El aire en la mansión Dalbus olía a flores costosas y decisiones ajenas.

Darren cruzó el vestíbulo como un espectro, ignorando el murmullo de voces femeninas que venía del salón principal. No necesitaba mirar para saber quiénes eran. Leiah, Suzanne —la madre de Marcus— y Silvia, la mamá de Leiah, parloteaban entusiasmadas, rodeadas de carpetas, telas y arreglos florales.

“Ya solo faltan cuatro días, querida”, decía Suzanne con su tono empalagoso y altanero. “Marcus está emocionado. Y, por supuesto, no puedo esperar a tener mis nietos. Imagínate, con esos genes…”

—Una alianza perfecta —murmuró Silvia, risueña—. El apellido se consolida. Y ustedes, jóvenes, se aseguran el futuro.

Darren apretó los puños. Cada palabra era un aguijón. El apellido. Los genes. El futuro.

¿Y el amor? ¿Dónde demonios quedaba el amor?

Caminó sin que lo vieran, como si aún supiera moverse entre sombras. Subió las escaleras, cruzó el pasillo, entró al cuarto de Leiah sin tocar. Cerró con llave. Ni siquiera podia
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