Darren despertó con una sonrisa inusual en el rostro. Todavía podía sentir la suavidad de su piel contra la suya, el murmullo de su voz adormecida, la forma en que se había quedado dormida en su pecho. Extendió el brazo para tocarla… pero el espacio a su lado estaba vacío.
Se incorporó, desconcertado. La terraza también estaba vacía. La brisa salada del mar seguía allí, pero ella no. Ni una nota, ni un rastro, ni una prenda olvidada. Nada. Como si todo lo vivido la noche anterior hubiera sido un sueño, uno de esos tan intensos que duelen al despertar. Se vistió apresuradamente y fue a la habitación 1205, donde sabía que ella se hospedaba. Al llegar, encontró a la recamarera haciendo la limpieza. La mujer, de unos cincuenta años, lo miró sorprendida. —¿Las señoritas de esta habitación? —preguntó él, ansioso. —Ya se fueron, señor. No sabría decirle a qué hora exactamente. Dejaron la habitación temprano, con todo empacado —respondió la mujer, encogiéndose de hombros. Bajó rápido a la recepción. Tenía que haber dejado algo. Una nota, su número. Algo. La recepcionista, una mujer joven de sonrisa fácil, lo recibió con frialdad. —¿Las ocupantes de la 1205? —preguntó Darren, conteniendo la ansiedad. —Ya hicieron el check-out, señor. Muy temprano. —Una de ellas debió dejar algo para mí. Una nota, quizá. ¿Podría revisar, por favor? Ella lo miró unos segundos y luego negó con la cabeza. —Lo siento. No hay nada. Pero mentía. Había recibido una generosa propina por parte de una de las amigas de la señorita para no entregar la nota. Melody O’Connor, se escapo un momento al baño antes del abordaje para hacer una llamada. No era amiga de Leiah, pero sí era amiga de Marcus Davis, el prometido del que Leiah no hablaba. Melody sabía lo del compromiso, aunque ella se negara a aceptarlo incluso ante sí misma. —¿En qué recepción lo dejó? —preguntó Marcus con una calma fingida, mientras escuchaba a Melody. —En la principal. Lo vi con mis propios ojos. Pero no te preocupes, me encargué de que no se entregue. Deberías cuidarla mejor —respondió Melody. —¿Pasó la noche fuera de la habitación? —Sí. Con un tipo. Alto, guapo… Ella estaba como embobada. Marcus apretó la mandíbula. Odiaba a esa maldita perra. Iba a pagarle cada humillación cuando por fin se casaran, pero sus familias se necesitaban mutuamente y esa era la mejor forma de sellar una alianza. Además, Leiah era bella. Siempre la había deseado. Solo necesitaba controlarla antes de que escapara. Llamó a la recepcionista del hotel y le ofreció más dinero por detalles del hombre que recibió la atención de Leiah. Darren Colbert… ese nombre era importante. Debía impedir que se encontraran. Si el viejo Dalbus se enteraba de que alguien como Colbert se interesaba por su hija, podría replantearse el compromiso. Hizo algunas llamadas, quizás pistas falsas, un informe manipulado, cosas que hiciera a Leiah inapropiada, o mejor aún ilocalizable. Todo para asegurarse de que no arruinara sus planes. Por otro lado parecía el momento justo para que su padre presionada a Daniel Dalbus con la boda. Mientras tanto, Darren, desesperado por no tener información, fue a buscar a Johan en su habitación. Su mejor amigo y asistente personal apenas se estaba despertando cuando Darren irrumpió sin tocar. —Necesito que encuentres a una chica —dijo sin más preámbulo. Johan se frotó los ojos y resopló. —¿No puedes esperar a que me cepille los dientes primero? —No —dijo Darren, y lanzó una camiseta hacia la cama—. Ponte eso. Vamos a trabajar. Johan lo observó con una mezcla de fastidio y curiosidad. —¿Es la misma chica con la que te estuviste paseando ayer por la playa? Darren no respondió, pero su expresión hablaba por él. Media hora después, revisaban registros de huéspedes, bases de datos internas y redes sociales. Lo único que pudieron encontrar fue el nombre de Melody O’Connor, a nombre de quien estaba registrada la habitación. —No hay más datos de las acompañantes —dijo Johan, frustrado. —Tienes mucho trabajo —replicó Darren—. Empaca. Nos vamos. Tienes que encontrarla. —Era mucho más fácil que le pidieras su maldito teléfono. ¿Y si no quiere ser encontrada? —Entonces me lo dirá en la cara. Lo que ninguno sabía aún, era que Marcus ya había empezado a moverse para evitarlo.