A veces, Leiah sentía que iba a despertar en cualquier momento, como si el viento fuera a soplar con fuerza y el castillo de cristal donde vivía ahora se deshiciera en mil pedazos.
Pero no. Seguía ahí.
La mañana era clara, el café humeante en su taza, y la música suave que salía del pequeño altavoz llenaban el espacio con una paz casi irreal. Darren le había escrito un mensaje hacía poco: “Piensa en mí cada vez que respires, porque yo lo hago contigo.”
Suspiró, abrazando una almohada con una sonrisa boba. Nunca había estado así. Ni en su adolescencia, ni con ninguna de esas relaciones insípidas que su padre consideraba "convenientes". Con Darren, era diferente. Sentía fuego, calma, deseo, ternura. Era como si cada parte de ella supiera que estaba justo donde tenía que estar.
—Estás enamorada —dijo sin previo aviso Eva, su mejor amiga, apareciendo en la puerta de su habitacion, la ventaja que le daba ser su roomie, es que ni siquiera alcanzo a cambiar de cara.
—¿Tanto se me nota? —preg