Capítulo 58. Decadencia
El viento arrastraba hojas secas por la calle, dibujando remolinos que se deshacían a cada paso. Leiah caminaba con el papel en la mano, releyendo la dirección como si las letras fueran un talismán que pudiera darle valor. El pueblo, aunque pequeño, parecía tener una geografía de susurros y miradas que se escabullían por las ventanas entreabiertas.
La dirección la condujo hasta el final de una calle empedrada, donde un portón de hierro forjado, aún majestuoso pese al óxido, custodiaba el acceso a una propiedad que había sido lujosa en el pasado. Los muros altos estaban cubiertos de enredaderas, y la pintura descascarada dejaba ver la piedra noble que alguna vez había impresionado a todo el pueblo. La herrería del portón tenía finos arabescos que hablaban de una familia adinerada, aunque ahora el conjunto estaba marcado por el descuido.
Tras el portón, un sendero de piedra, con tramos levantados por las raíces de los árboles, conducía a una casa de dos plantas. La fachada, de un gris g