Capítulo 35.

Tuvimos que robar una carreta para todos los tesoros que habíamos encontrado casualmente por el camino.

Nos detuvimos al amanecer en otro pueblo para comprar un par de metros de tela y cubrir el brillo de todo eso.

Sobra decir que el mercader dejó de verse enojado por levantarlo a impías horas de la madrugada cuando le di un par de collares de esmeraldas.

-"Por las molestias", dijiste. - Murmuró malhumoradomente Kara. - El tipo no tuvo que bailarle a ningún guardia pero merece tener un par de costosos collares.

Rodé los ojos.

-Y tú tendrás un par más, ya deja de quejarte.

El sol brillaba en lo alto para cuando llegamos al castillo.

-Princesa, ¿Quisiera ayuda con eso?- Preguntó uno de los guardias de la puerta de la muralla.

Lo reconocí como uno de los amables lobos que me había ayudado a abrir la puerta en mi primera excursión con mi primo y Kara. Buenos tiempos.

-Lo tengo controlado, gracias.

Al llegar al establo, los lobos del castillo ni siquiera parpadearon. Como qu
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