Las discusiones de Harris y Leela casi hicieron que Livia y las dos mujeres que lo acompañaban estallaran en risa. Era como ver a dos niños peleando por la atención de su hermano mayor.
—Cuñada, ven conmigo —insistió Harris.
—¡No la llames así! —interrumpió Leela, esta vez casi gritando.
—Basta, Leela —Livia finalmente intervino, aunque por dentro estaba divertida. Era la primera vez que veía a Leela comportarse como una persona normal… incluso un poco infantil.
Harris sonreía satisfecho, erguido y orgulloso junto a Livia, mientras Leela forzaba una sonrisa amarga.
—Doctor, esto es solo un chequeo de rutina, ¿verdad? Estoy un poco nerviosa —admitió Livia en voz baja.
—No te pongas nerviosa, cuñada. Es solo un chequeo médico, nada aterrador. Oye, Leela, ¿quieres revisarte tú también? Te hago un noventa y nueve por ciento de descuento.
Leela le lanzó una mirada fulminante.
—De verdad voy a reportarte con el joven amo.
—Tch. Perro guardián —murmuró Harris sin perder el ritmo.
Entraron al