En la villa de Elaris, Livia y Damian disfrutaban de su tiempo juntos. Nadie podía asegurar si aquello calificaba realmente como la luna de miel con la que soñaban la mayoría de las parejas. Pero, según todos los datos que Brown había recopilado, esto era la “versión luna de miel”.
La mañana trajo consigo la brisa fresca del mar—ligera e invigorante. Todos estaban ocupados con sus propias tareas, preparando los detalles para el evento de esa tarde.
Kylie caminaba a paso rápido detrás del asistente Brown.
—¿Leíste todos los correos que te envié? —preguntó Brown sin aminorar el paso, mientras la arena crujía bajo sus zapatos. Sus zancadas largas eran seguidas por una hilera de pasos más pequeños.
—Sí, señor —respondió Kylie.
Por supuesto, no todos. ¿Cuántos correos creía Brown que había enviado?
—¿En serio? —la voz de Brown cargaba un matiz de advertencia.
—Sí —repitió Kylie con la mayor seguridad posible, rezando porque el hombre frente a ella le creyera. Su plan era repasarlos esa mis