Valle del Zazot, manada gris
Desde la ventana de sus aposentos, Agna miraba hacia el cielo nocturno con una mano posada en el vientre. El cachorro estaba siendo obediente y aguardaba la llegada de su padre para el alumbramiento, pero estaba inquieto.
Afuera, Tek hablaba con otros miembros encargados de la seguridad de la manada.
—Rakum ha partido a cumplir con la misión encomendada por el supremo con todo un ejército. ¿Por qué Kaím ha ido solo? —cuestionaba uno de los Liaks.
—Porque ha creído que de eso se trataba —suspiró Tek—. Ha pensado que era una prueba donde cada alfa se probaría a sí mismo. No esperaba que el resto hiciera trampa.
—¿Y cuándo partiremos? Llevo tiempo esperando una razón para aplastar a los hombres de Rakum —exclamó otro, apretando el puño.
Gruesos nervios se marcaron en su cuello, mientras en sus ojos relucía el destello que evocaba la batalla.
—Lo que menos quiere Kaím es desatar una guerra. Incluso fueron las palabras del supremo, pero tampo