XXXVI El plan

Eris despertó sobre su lecho en los aposentos del palacio y poco le importó cómo había llegado hasta allí. Tenía aliados que la cuidaban y protegían; eso le bastaba. Algo más repuesta de la mordida de Furr, salió corriendo con la urgencia de ver cómo avanzaban sus secretos planes de escape.

Mientras bajaba las escaleras, se encontró con el rey, quien la detuvo, cogiéndola de la cintura. Le acarició la mejilla con los nudillos, inspeccionándola más de la cuenta.

—¿Cómo te has sentido, esposa mía? El aprendiz de sacerdote te halló desmayada en los jardines. ¿Será que los dioses ya nos han bendecido con un hijo? —le pasó la mano por el vientre y Eris se contrajo, espantada.

—Tal vez es como dices; habrá que esperar para saberlo. Ahora mismo desearía ver cómo avanzan los trabajos en la capital. Regresaré más tarde —intentó pasarle por el lado, pero el rey la aferró de un brazo.

—Los sacerdotes lo confirmarán ahora. Si el resultado es negativo, volverás a estar con el Asko esta noc
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