*De regreso en el valle del Zazot después de una vida entera de exilio, una gran fiesta recibió a Akal, el hijo menor del alfa Asraón, quien había muerto en la guerra hacía algunos años.
La estirpe de Asraón dominaba todo el valle al este del río Irs y se esperaba que Akal liderara la manada Blanca, tras reclamar el trono que su tío, el alfa Dom, había usurpado en su ausencia.
Entre los Liaks, seres licántropos que fusionaban la esencia humana con la ferocidad de los lobos, Akal se erguía con un porte que evocaba la nobleza de su padre. Su rostro, sereno y pulcro, capturaba la atención de muchas doncellas, pero él, decidido y enfocado, ignoraba sus miradas.
Su mente estaba fija en un único propósito, sin dejar que las distracciones lo alejaran de su camino como ya lo había hecho su frágil salud. Sin embargo, todo cambió cuando sus ojos se posaron sobre ella.*
Sólo el sonido de los grilletes se oyó en el gran salón, que se silenció con la llegada de los invitados especiales.