—«La bestia que camina sobre sus dos pies regresará por la huella que dejaron sus pisadas, pero la guerra los hallará primero. Muerte y guerra danzarán al rechazar el destino de la blanca, mas la tierra permanecerá y florecerán las cenizas» —leyó Nov por tercera vez a los presentes, que se reunían en el salón de descanso de la reina.
Esperaban que ocho cabezas pensaran más que una.
—¿La bestia será el rey de Luthia? —se preguntó Lebé, pensativa—. Él volverá aquí porque antes ya pisó el palacio, y vendrá para hacer la guerra.
—No puede ser tan simple —replicó Eladius—. La bestia podría ser el rey Erok, que regresará de entre los muertos caminando sobre sus dos pies —concluyó, asustado de sus propias palabras.
—Eso es imposible, los muertos no se levantan —rebatió Kemp—. Además, sus restos fueron cremados.
—¡Oh! —exclamó Lebé, alterada—. ¡Por eso habla de cenizas! ¡El rey volverá a estar entre nosotros!
El sumo sacerdote negó, muy seguro de sí mismo, pero cansado de tanta in